miércoles, 24 de diciembre de 2014

¿Vos que sos?

"¿Sos gay?", "¿Sos bisexual?" 
Imposible escaparle a la curiosa pregunta de anónimos que entran a una pagina en donde se permite preguntar cosas de forma anónima. Mandás la pregunta, la persona de la cuenta lo ve y elije si responderte o no.
Si digo que no soy gay, siempre sale el fatalista a decirte que si te gusta un pibe sos gay. Si digo que soy bisexual, siempre alguien te va a decir que eso es una mentira (como si lo fuera) . Que todo se trata de una etapa y que terminás prefiriendo un sexo. Si te digo que no soy ni heterosexual, ni gay, ni bisexual te va a costar entenderlo porque mi diferencia con vos es que yo no le pongo etiquetas a los gustos sexuales de la gente. Sinceramente, no me interesa gastar ni un segundo de mi tiempo pensando en lo que le gusta al otro.
¿Egoísmo? no, lejos de eso, estoy a favor de que cada persona se defina como quiera. Yo, personalmente elijo no definirme porque ya el hecho de ser una persona a veces me rompe las pelotas y de las etiquetas ni te cuento.
Varías veces -personas que me leen en Twitter- me dijeron "Pero antes decías que no le dabas a un chabón y ahora sí".  Sorpresa, pasaron 4 años desde que empecé a sentir que no sólo me podían gustar las minas. ¿Me costó aceptarlo?, para nada… siempre tuve levante con chicos gays incluso cuando no me interesaba intercambiar fluidos con un flaco.
Cuando se los conté a mis amigos, reaccionaron de la forma que esperaba… de hecho, por algo son las personas que elegí para compartir mi vida.
"Boludo que bien, arranca una nueva etapa." , "Mati, cogete todo lo que te haga feliz, te valore y no te rompa las bolas" y otras frases fueron la devolución a mi simple "Che, me está pasando algo y es que me gusta un pibe".  Y por ultimo decidí empezar a dar indicios de mis gustos por las diferentes redes sociales en las que estoy.
Este año me di cuenta que conocí a una de las mujeres que más fuerte me pegó. No pensé que podía estar tan loco por una mina. Incluso, me cuesta no mirarla a los ojos y sentir que siempre va a ser para mí. Pero también sentí eso con un flaco que tiene la mejor forma de pensar del mundo. ¿A que voy con esto? en que llegué a un punto en el que no me importa tanto el cuerpo, sino mas bien lo que trae el cuerpo y si tenemos que ser específicos: la cabeza. Yo me enamoro de mentes, en segundo lugar de la persona. Incluso, siempre soy yo el que atrasa el momento del garche cuando estoy con alguien, porque soy un cursi de mierda y me encanta el amor. 
"¿Sos gay? ¿bisexual? ¿heterosexual?" . Soy selectivo para enamorarme y vos podrías ser la siguiente persona, esa es mi respuesta.
Estamos en un bar, en José C. Paz, frente a la plaza. La gente sale en víspera de navidad a festejar, a tomar hasta que la razón se apague y que los instintos fluyan hasta terminar en un escenario cantando algo en formato kararoke. Todos necesitamos eso (menos lo del karaoke), me incluyo.
La gente canta, toma cerveza y habla; mi papá y yo también:
—Vos sabés que el otro día me crucé con Laura, ¿te conté de laura?
—Sí, pero siempre me contás algo nuevo, ¿qué pasó?
—Estábamos con mi mujer y mis hijas, en un shopping. Fuimos a Starbucks y no sé cómo pero sentí que alguien me miraba. Giré la cabeza y ahí estaba: igual que siempre, hermosa, me tiró una sonrisa que me hizo algo acá en la panza… viste, las famosas "mariposas".
—Es decir que te sigue gustando -le serví más cerveza.
—Como el primer día en que hicimos el amor. Pasan los años y yo te puedo asegurar que conocí al amor de mi vida, la única mina que me gustó de verdad fue ella. Amo a Claudia, es mi mujer y lo sabés. Incluso por mucho tiempo amé a tu mamá… pero a Laura le hice mierda la vida. Es como querer mucho a un animal porque sin querer cooperaste indirectamente para que le pasara algo malo.
—Já, se me complica con la comparación -traté de entender la relación pero fue imposible, la gente seguía tomando y cantando.
—Mirá, cuando yo caí preso en los saqueos del año 89 estaba de novio con Laura. Ella vivía en Abascal y todas las tardes me iba en bicicleta a verla. Estudiaba para enfermera y era muy inteligente, muy viva. Me hacía reír y nadie me hacía reír. Cuando caí preso, ella me fue a llevar una carta. Ese día se cruzó con Claudia, que ya estaba embarazada de María, tu hermanastra. Se pelearon, discutieron. Me llegó toda la información. Afuera, el amor de mi vida y la madre de mi primera hija se estaban cagando a trompadas y yo ahí, preso de mi libertad por haber disparado por error con una escopeta y a causa de eso le volé el pulgar y el dedo índice a una señora del barrio…
—Quiero saber sobre eso -me sentí un nene de cuatro años al que le gustan las películas de cowboys y el viejo oeste.
—Algún día te lo voy a contar mejor -mi viejo hizo fondo blanco.
—Te interrumpí, perdón. Lo del disparo es fascinante. Seguí.
—Mientras ellas se peleaban yo le escribía una carta a tu mamá, así la conocí a tu vieja. Ella era amiga de un amigo, en el barrio nunca cruzábamos una palabra y nos terminamos enamorando por carta.
—Vos sabés y si no lo sabés quiero que lo sepas ya, yo siempre cuento esto sin vergüenza… el hecho de que conociste a mi mamá por carta. Porque lo encuentro extrañamente romántico. Me gustaría poder contárselo al mundo. Vos pasaste cosas, como todos. Pero cuando me las contás no paro de imaginarme que soy vos.
—Es que sos mi hijo, yo cuando hablo de estas cosas y te miro a los ojos agradezco que no te hayas metido en tantos quilombos como yo.
—No te creas, llevamos el quilombo en la sangre vos y yo. Pero las cosas cambian y los quilombos también. No me estás contando que pasó con Laura.
—Ah, sí. Perdón. Es que viste como es esto: el alcohol te afloja la lengua y… -mi papá llamó a la mesera.
—…y las emociones -llené los vasos con más cerveza.
—Sí. No volví a ver nunca más a Laura hasta ese día en Starbucks. En una jugada bastante riesgosa le pedí a Claudia que fuera a comprarme ropa interior a un local del segundo piso del shopping. Las mujeres aman hacer esas cosas si se las pedís con mucha onda e inocencia. Viste que son un poco madres. Cuando se fue, me acerqué a Laura. Me abrazó, yo también pero siempre con miedo de que nos vieran. "Estoy con mi marido" me dijo. Me metió su tarjeta en el bolsillo de la camisa. Volvió a sonreír. El cuerpo se me llenó de mariposas. Se le escapó una lagrima. No me salían las palabras. Lo único que pude decirle fue "Sos el amor de mi vida". Ella se volvió a reír, negó con la cabeza. Me apretó las manos.
—A veces uno dice un montón de cosas con solo apretarle las manos a la persona con la que habla. Es algo que me encanta hacer.
—Cuando recuperé el habla, me animé a preguntarle lo que en estos casi veintitrés años no me animé.
—¿Qué? -mi viejo agachó la cabeza como cada vez que me va a contar algo que le duele o lo inquieta.
—Si el día que se peleó con Claudia en la comisaria, me llevaba una carta contándome que estaba embarazada.
—¿Lo estaba? -me tomé la cerveza de mi vaso en dos segundos como si eso amortiguara la respuesta.
—Sí. Efectivamente. De mellizos.
—¿Es decir que además de tus hijos cinco hijos con otro matrimonio ahora tengo hermanos mellizos? -la sangre se me subió a la cara.
-No. Al ser estudiante de enfermería consiguió un contacto que le hizo un aborto.
—¿Me vas a dejar escribir sobre esto, no? siempre tuve la sensación de que estabas lleno de historias.
—Sí. Pero pagate la próxima cerveza -mi papá hizo volvió a llamar a la mesera.
—Te compro un cajón, no dejes de hablar -se acercó la mesera y pedí otra Corona mientras la gente cantaba, tomaba y se divertía.

lunes, 31 de marzo de 2014

Mi casa, encantadores de cobras y la maceta con hortensias violetas.

No me acuerdo a que hora me dormí, sólo sé con seguridad que era un sábado después de haberme tomado cuatro cervezas con uno de esos primos que también saben funcionar como amigo para compartir un trago, unos cigarrillos y alguna que otra anécdota, que si no involucra drogas sintéticas seguramente tenga alguna experiencia sexual en un lugar publico o alguna torpeza mía de las que hacen reír.
Sólo sé que en el sueño estabas vos, parada en el portón de casa. Golpeabas las manos y yo me enojaba porque hace poco hicimos instalar un timbre hermoso con forma de pájaro como para que sea ignorado de esa manera. Pero de todas formas, me reía, estás acostumbrada a ignorar cosas que pueden ser más lindas que vos aunque eso incluya a un puto timbre.

Te hacía señas y pasabas. Mirabas el porche como buscando algún defecto. Tu mirada reparaba en el cartel que mi mamá tiene colgado, ese cartel que tantas veces te conté que odio. Ese cartel de madera que dice "No envidies mi progreso sin antes conocer mi sacrificio". Frase cliché de las familias que empezaron con una casa chiquita y hoy ya tienen más de tres baños y nueve habitaciones. Cómodas y diferentes habitaciones según de quien sean.

Entrabas por la puerta, inmediatamente elogiabas con cierto desgano el color del living. Yo siempre te dije que odio el rojo sangre de las paredes, pero que a mi mamá le encanta. Vos me decías que ese color te ponía nerviosa, que esa parte de la casa debía tener una energía especial, casi hiperquinética y llena de vibraciones que van de acá para allá como jugando al Atari Pong 
.
Mi mamá se materializaba de un momento para otro y he aquí el instante menos planeado y más incómodo de mi vida: presentarlas. La mujer que me trajo a la vida frente a la mujer que me genera ganas de crear vida.  Juntas, en la misma habitación con las paredes rojo sangre.
—Mamá, bueno... Ella es…
Ya sé quién es— me decía mi mamá sin sacarte la vista de encima e inmediatamente fruncía los labios como cuando era más chico y le decía una mentira de las que nunca una madre va a creer. —…Hola, decile a Mati que te muestre la casa. Sentite cómoda. Yo voy a seguir pintando en mi atellier. Un gusto.

El calor que recorría mi cuerpo y las mil agujas que —producto de ese estrés nervioso que experimento cuando me pasan estas cosas— se hicieron presentes. Subimos las escaleras y te llevé a la otra planta. Yo te juro que trataba de ponerle onda, es eso lo que siempre vas a producir en mi: un volcán de alegría, una tormenta eléctrica de sensaciones enfocadas en hacerte sentir de la mejor manera. Y estaba sucediendo, incluso en un sueño.

Ya en la parte de arriba, te adelantaste y me dijiste que querías ir al cuarto de mi hermanita. Y fuiste, como si ya conocieras la ubicación. Incluso a mi me costó poder encontrar el cuarto en esa casa onírica tan parecida y tan distinta a la mía. Entramos en la habitación turquesa llena de peluches que mi mamá fue confeccionando conforme pasaron los años. Abejas, mariposas, conejos nostálgicos con los ojos caídos y enteritos de jean que miraban a la nada. Y ahí estaba ella con sus 10 años y sus juegos de PC, escuchando un canción 'Tomorrow comes today' de Gorillaz (hace poco le presté el disco y sigue fascinada con esa banda). La saludaste, porque quieras o no, te hablé tanto de ella y los medios virtuales se encargaron de que la conozcas y no sólo por fotos. La tecnología de hoy en día, viste como es esto.
—Naomi, hermanita… ella es…
—Ahora no, después. Estoy ocupada. Estoy por ganar en un campo de guerra de World Of Warcraft. En un ratito voy a tu cuarto y charlamos los tres. 

Me miraste asustada, mi hermanita no despegaba los ojos del monitor. Me frustré junto con vos, te abracé y te dije que no le dieras importancia. Que ella está celosa, cosa que entiendo. Las hermanitas son así cuando sos el más grande y muchas veces cuando además de hermano sos el primer amigo que tienen.
Entramos en mi cuarto, verde y plateado… como los colores que representan a la casa de Slytherin. Ambos coincidimos entre muchas cosas por el fanatismo irrevocable al mundo de Harry Potter. Ahí sonreíste, estábamos en mi zona de confort. Respiraste hondo. Te sentaste en el piso y yo me senté con vos. Hablaste:
—Yo sé, ya entendí. No quería que esto fuera así, tan de repente. Me estaba haciendo la boluda pero no puedo aguantarlo más. Entiendo que cada acción mía conllevaba a que vos tuvieras una reacción. En cierto modo te manipulé. Te manipulé como los encantadores de serpientes manipulan a sus cobras, soy consciente de eso pero no quiero que vuelva a pasar, o por lo menos quiero que en mi renazca la esperanza de que algún día el cambio de roles sea posible. Estoy cansada y aburrida de poder manejar todo a mi antojo. Necesito a alguien que me de vuelta el mundo, que me haga sufrir. Vos me regalaste las mejores risas de mi vida, pero yo soy así y no voy a cambiar.— dijiste.
—No queda otra que esperar. Yo espero por lo mismo y sé que en algún momento quizás la situación cambie. Pero yo también hasta que llegué. Dejame solo un tiempo, quiero pensar qué hacer y cómo actuar. Nunca pensé que iba a poder decirtelo. Yo también me cansé aunque eso no signifique que seas la persona por la cual empecé a creer en un futuro mucho mejor del que imaginaba antes de conocerte.— te dije sin mirarte a los ojos. Sabía que no tenía que mirarte a los ojos.

Te levantaste, haciendo un gestito de satisfacción. Bajamos, mi papá y mi hermana te vieron pero no te quisieron saludar. Nos saludamos con un beso frío en el cachete. Ninguno de los dos hizo ni siquiera el miserable "chuick" que uno hace por cortesía, muchas veces por falsedad.
Me desperté, completamente decidido a que ese sueño vino hacía a mi como una simple muestra de lo que realmente pienso. Mi casa, era yo. Y cada integrante de mi familia no era ni más ni menos que yo mismo, dividido, intentando entender en cuatro formas distintas que ya o por el momento no sos bienvenida y que mi cabeza, mi cuerpo y mis ganas de querer de verdad hoy ya se reservan el derecho de admisión.

Me tomé un vaso de agua, iba a seguir con mi ritual diario de chequear tu conexión en Whatsapp y mirar si actualizaste tu perfil. Pero me encontré con la sorpresa de que no pude ver ninguna de las dos cosas. Me borraste de todos los medios virtuales que nos mantuvieron e hicieron posible que nos conociéramos.

Si estás leyendo esto, dejé la llave en la maceta roja, la que tiene unas hortensias violetas. Por si querés volver a entrar en mi casa. La puta que te parió.

lunes, 17 de marzo de 2014

Dígitos que bailan, la voz-serpiente y la ley de atracción onírica.

"vení, pato, vamos a hablar de nuevo. Escribime a este numero… " leía en mi celular ese mensaje, traído como desde los confines más intensos de mis deseos y porque la ley de atracción estaba manifestándose en mi mundo. Cuando quería volver a mirar el teléfono para anotar esos sagrados dígitos, que por fin me darían la oportunidad de hablar con una de las personas que más necesito ver de nuevo, los numeros desaparecían y la voz de mi mamá se colaba por mis oídos como si se tratase de una habilidosa serpiente hambrienta que, sigilosa y estratégica, se mete en huecos donde sabe que puede encontrar a sus presas.

Esa voz-serpiente se metía por mis orificios auditivos, dejaba tras su rastro un sonido viscoso que se pegoteaba en mis tímpanos y ¡zas! , sin pleno aviso, atacaba directamente a mi cerebro.
—Levantate, Mati, tenés que ir a tramitar tu nuevo documento. Me informaba mi mamá.

Frustrado, por no haber alcanzado a anotar el numero que necesitaba me levanté y fui al baño. Me miré al espejo un largo rato como para hacerle entender a mi conciencia que estaba siendo parte del mundo real y ordinario. Hice fuerza, pero los dígitos en mi cabeza bailaban, se burlaban, y no pude recodarlos en el orden correcto. Quizás, la próxima vez que me mande un mensaje tenga una lapicera a mano. Pero nos vamos a encontrar de nuevo. Lo sé.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Lo que no te dejaba dormir


Te piden que seas libre como el viento pero no te advierten de los huracanes. Así cualquiera.

miércoles, 23 de octubre de 2013

22

Cumplí veintidós años el martes y lo empecé mejor de lo que esperaba. Rodeado de 3 seres que eran pura inestabilidad. Dos que ya conocía y uno que pude conocer este año. Después del llamado de mamá, que me abrazó el alma y me liberó para que la noche comenzara. Un, dos tijeratazos, el sabor amargo y de forma repentina podía observar como la luna me saludaba y me pedía que festeje. Pude observar el cielo, las estrellas se habían vestido de gala para mi y el viento, el viento traía un olor verde que sólo mis amigos y yo podíamos sentir.
Entre recuerdos y recuerdos futuros de lo que se nos viene, cerré la noche y recibimos al alba de la mejor manera. Podrán despojarme de todos mis bienes, mis creencias y certezas, pero la unión y el vinculo que establecí el veintidós de octubre del año dos mil trece quedará por siempre guardado. En mi corazón, en mis ojos, en mi cabeza y en esos abrazo fundidos en oro que coronaron la noche  y detonaron mis lagrimas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Regalos

El viernes, con palabras, le regalé el resto de mis días a la persona más interesante que conocí en estos 21 y casi 22 años. Para vos.