lunes, 31 de marzo de 2014

Mi casa, encantadores de cobras y la maceta con hortensias violetas.

No me acuerdo a que hora me dormí, sólo sé con seguridad que era un sábado después de haberme tomado cuatro cervezas con uno de esos primos que también saben funcionar como amigo para compartir un trago, unos cigarrillos y alguna que otra anécdota, que si no involucra drogas sintéticas seguramente tenga alguna experiencia sexual en un lugar publico o alguna torpeza mía de las que hacen reír.
Sólo sé que en el sueño estabas vos, parada en el portón de casa. Golpeabas las manos y yo me enojaba porque hace poco hicimos instalar un timbre hermoso con forma de pájaro como para que sea ignorado de esa manera. Pero de todas formas, me reía, estás acostumbrada a ignorar cosas que pueden ser más lindas que vos aunque eso incluya a un puto timbre.

Te hacía señas y pasabas. Mirabas el porche como buscando algún defecto. Tu mirada reparaba en el cartel que mi mamá tiene colgado, ese cartel que tantas veces te conté que odio. Ese cartel de madera que dice "No envidies mi progreso sin antes conocer mi sacrificio". Frase cliché de las familias que empezaron con una casa chiquita y hoy ya tienen más de tres baños y nueve habitaciones. Cómodas y diferentes habitaciones según de quien sean.

Entrabas por la puerta, inmediatamente elogiabas con cierto desgano el color del living. Yo siempre te dije que odio el rojo sangre de las paredes, pero que a mi mamá le encanta. Vos me decías que ese color te ponía nerviosa, que esa parte de la casa debía tener una energía especial, casi hiperquinética y llena de vibraciones que van de acá para allá como jugando al Atari Pong 
.
Mi mamá se materializaba de un momento para otro y he aquí el instante menos planeado y más incómodo de mi vida: presentarlas. La mujer que me trajo a la vida frente a la mujer que me genera ganas de crear vida.  Juntas, en la misma habitación con las paredes rojo sangre.
—Mamá, bueno... Ella es…
Ya sé quién es— me decía mi mamá sin sacarte la vista de encima e inmediatamente fruncía los labios como cuando era más chico y le decía una mentira de las que nunca una madre va a creer. —…Hola, decile a Mati que te muestre la casa. Sentite cómoda. Yo voy a seguir pintando en mi atellier. Un gusto.

El calor que recorría mi cuerpo y las mil agujas que —producto de ese estrés nervioso que experimento cuando me pasan estas cosas— se hicieron presentes. Subimos las escaleras y te llevé a la otra planta. Yo te juro que trataba de ponerle onda, es eso lo que siempre vas a producir en mi: un volcán de alegría, una tormenta eléctrica de sensaciones enfocadas en hacerte sentir de la mejor manera. Y estaba sucediendo, incluso en un sueño.

Ya en la parte de arriba, te adelantaste y me dijiste que querías ir al cuarto de mi hermanita. Y fuiste, como si ya conocieras la ubicación. Incluso a mi me costó poder encontrar el cuarto en esa casa onírica tan parecida y tan distinta a la mía. Entramos en la habitación turquesa llena de peluches que mi mamá fue confeccionando conforme pasaron los años. Abejas, mariposas, conejos nostálgicos con los ojos caídos y enteritos de jean que miraban a la nada. Y ahí estaba ella con sus 10 años y sus juegos de PC, escuchando un canción 'Tomorrow comes today' de Gorillaz (hace poco le presté el disco y sigue fascinada con esa banda). La saludaste, porque quieras o no, te hablé tanto de ella y los medios virtuales se encargaron de que la conozcas y no sólo por fotos. La tecnología de hoy en día, viste como es esto.
—Naomi, hermanita… ella es…
—Ahora no, después. Estoy ocupada. Estoy por ganar en un campo de guerra de World Of Warcraft. En un ratito voy a tu cuarto y charlamos los tres. 

Me miraste asustada, mi hermanita no despegaba los ojos del monitor. Me frustré junto con vos, te abracé y te dije que no le dieras importancia. Que ella está celosa, cosa que entiendo. Las hermanitas son así cuando sos el más grande y muchas veces cuando además de hermano sos el primer amigo que tienen.
Entramos en mi cuarto, verde y plateado… como los colores que representan a la casa de Slytherin. Ambos coincidimos entre muchas cosas por el fanatismo irrevocable al mundo de Harry Potter. Ahí sonreíste, estábamos en mi zona de confort. Respiraste hondo. Te sentaste en el piso y yo me senté con vos. Hablaste:
—Yo sé, ya entendí. No quería que esto fuera así, tan de repente. Me estaba haciendo la boluda pero no puedo aguantarlo más. Entiendo que cada acción mía conllevaba a que vos tuvieras una reacción. En cierto modo te manipulé. Te manipulé como los encantadores de serpientes manipulan a sus cobras, soy consciente de eso pero no quiero que vuelva a pasar, o por lo menos quiero que en mi renazca la esperanza de que algún día el cambio de roles sea posible. Estoy cansada y aburrida de poder manejar todo a mi antojo. Necesito a alguien que me de vuelta el mundo, que me haga sufrir. Vos me regalaste las mejores risas de mi vida, pero yo soy así y no voy a cambiar.— dijiste.
—No queda otra que esperar. Yo espero por lo mismo y sé que en algún momento quizás la situación cambie. Pero yo también hasta que llegué. Dejame solo un tiempo, quiero pensar qué hacer y cómo actuar. Nunca pensé que iba a poder decirtelo. Yo también me cansé aunque eso no signifique que seas la persona por la cual empecé a creer en un futuro mucho mejor del que imaginaba antes de conocerte.— te dije sin mirarte a los ojos. Sabía que no tenía que mirarte a los ojos.

Te levantaste, haciendo un gestito de satisfacción. Bajamos, mi papá y mi hermana te vieron pero no te quisieron saludar. Nos saludamos con un beso frío en el cachete. Ninguno de los dos hizo ni siquiera el miserable "chuick" que uno hace por cortesía, muchas veces por falsedad.
Me desperté, completamente decidido a que ese sueño vino hacía a mi como una simple muestra de lo que realmente pienso. Mi casa, era yo. Y cada integrante de mi familia no era ni más ni menos que yo mismo, dividido, intentando entender en cuatro formas distintas que ya o por el momento no sos bienvenida y que mi cabeza, mi cuerpo y mis ganas de querer de verdad hoy ya se reservan el derecho de admisión.

Me tomé un vaso de agua, iba a seguir con mi ritual diario de chequear tu conexión en Whatsapp y mirar si actualizaste tu perfil. Pero me encontré con la sorpresa de que no pude ver ninguna de las dos cosas. Me borraste de todos los medios virtuales que nos mantuvieron e hicieron posible que nos conociéramos.

Si estás leyendo esto, dejé la llave en la maceta roja, la que tiene unas hortensias violetas. Por si querés volver a entrar en mi casa. La puta que te parió.

9 comentarios:

  1. escribis bien matt lock, te banco love sucks

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  2. Mi vida se resume en el fin de esta entrada, igualito, te entiendo y dolio bastante. Un dolor bastante pelotudo para que siga igual hace meses.

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  3. Me encanta leerte mientras espero que se me cargue un capitulo, un capo!

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  4. Necesito que publiques cosas nuevas!

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  5. Sos un genio carbón!! Es tristemente hermoso lo que escribis

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  6. Es la primera vez que te leo y la verdad sos excelente escribiendo, me encantó

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  7. Guau, admiro como escribís; me hace acordar a la parte más interesante de un libro, esa que no podés parar de leer aunque no te den los ojos. Un genio

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  8. "..es eso lo que siempre vas a producir en mi: un volcán de alegría, una tormenta eléctrica de sensaciones enfocadas en hacerte sentir de la mejor manera" así, tal cual. +10

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