El bebé había vuelto a nadar en sus entrañas

El dolor le recorría la espalda y ella trataba de soportar hasta donde podía. Sabía que en el fondo todo ese dolor se convertiría en su mejor adorno, en su recordatorio personal.

No hizo preguntas, solo se entregó a esas manos que ahora eran producto de su consensuado martirio. Esas manos torturadoras ahora dejaban de hacerlo, liberándola de ese infierno local que ardía en la parte superior de su espalda.

—Ya está piba, te quedó lindo— le dijo su verdugo con un dejo de nostalgia en esa voz añejada por los incontables cigarrillos y botellas de whisky barato que contaban mas de él que todas las pocas personas que tenía cerca.

Ella se levantó y se miró en el espejo y leyó en voz alta:

—Joan…— y a continuación acotó:

—Es verdad, quedó lindo… pero mas lindo va a ser cuando pueda ver esas palabras materializadas en un par de semanas...—

se acarició la panza y sonrió tiernamente, pagó por su tatuaje y se fue con una sonrisa. El bebé había vuelto a nadar en sus entrañas.